En la finca Hidalgo, todo parecía más tranquilo tras el intento de secuestro, aunque las medidas de seguridad habían aumentado considerablemente. Camelia se tomaba el entrenamiento muy en serio, siguiendo las enseñanzas de su padre, quien le impartía muchas lecciones útiles. Clavel, por su parte, también participaba en las prácticas, pero en los últimos días parecía distraída, con la mirada perdida y un silencio inquietante.
—¿Qué te pasa, Clavel? —inquirió Camelia finalmente, incapaz de soportar más su preocupación—. Vamos, cuéntale a tu hermana menor qué es eso que te tiene tan apagada últimamente. Mientras hablaba suavemente cruzó un brazo por los hombros de su hermana mayor intentando aliviar la evidente carga emocional que percibía en ella. Clavel levantó la mirada triste y