Ariel saltó ante el grito de Camelia, asustado. Jamás la había oído gritar de esa manera, todavía sin percatarse de la presencia de Lucrecia.
—¡Cami, qué agradable sorpresa! —exclamó, realmente feliz de verla—. Me diste un gran susto.—¿Estás seguro de que es agradable y que no interrumpo nada? —preguntó Camelia, celosa, para sorpresa de Ariel.Fue entonces cuando notó a Lucrecia, que estaba disfrutando de haber puesto a Camelia celosa, y se levantó, colocando los papeles en la mesa.—¡Lucrecia! ¿Cuándo entraste? —preguntó, buscando a Nadia—. ¿Y tu jefa?—Disculpe, señor —se apresuró Lucrecia a decir con seriedad—. Solo vine a preguntar si quería café y vi todo ese trabajo tirado en el pis