Camélia sigue vociferando en medio del llanto. ¡Sus guardias eran buenísimos, insistieron en revisar la casa, ellos no querían dejarla sola! ¡No querían!
—¿Y qué fue lo que hice? —pregunta furiosa—. ¡No les presté atención porque la abuela dijo que todo estaba bien, y yo los boté de allí! Snif…, snif…, snif… ¿Entiendes por qué es mi culpa, mamá? ¡Ellos no querían irse, no querían! ¡Si llego a hacer eso, ellos hubieran encontrado a Leandro y nada de esto me hubiera pasado! ¡Así que no me digas que no es mi culpa, porque sí lo es! ¡Lo es! Snif…, snif…, snif… —Está bien, cálmate, hija, no debes alterarte así —se apresura la señora Lirio a alcanzarle un vaso de agua, tratando de calmarla. La ve que realment