El silencio se ha instalado en la habitación. Camilo y Clavel esperan ansiosamente a que Gerardo responda. Él permanece pensativo, sin dejar de observarlos, hasta que al fin rompe el silencio.
—¿Y qué va a pasar si da positivo? —preguntó, con un nudo en la garganta.—Lo lógico: te reconoceré como mi hijo. Eres adulto, pero si quieres, puedes venir a vivir a la finca con nosotros —contestó con firmeza Camilo Hidalgo.—¡Si quiere no, tiene que venir a dirigir todo! ¡No te vas a escapar! —Clavel, entusiasmada con la idea de que sea su hermano, dice alborotada.—No te apresures, hija; vamos a asegurarnos primero. Por si acaso, hijo, te pondré una escolta; cualquier cosa, le pides ayuda —le informa Camilo, que casi está convencido de que es su hijo—, y este es mi número de teléfono personal. Mandaré a alguien a qu