Mailen hace otro tanto, ambos a cada lado de las rejas que los separan. Había escuchado que a Camelia toda su vida la familia la maltrató. Ella estaba falta de alguien que la cuidara y amara. Opina que si hubiera insistido en acercarse a ella desde que la conoció y la hubiera tratado bien, Nadia habría bajado sus defensas y ayudado a que su amiga le correspondiera. Los hombres son realmente tontos, culmina con una extraña sonrisa y un suspiro pesado.
—¿Me puedes dar la dirección de ese ginecólogo? —preguntó pensativo Manuel—. Creo que puedo, a través de él, vender todos los hijos que tenga con Camelia y vivir muy bien, ¿qué opinas?—¿Y dices que no eres igual que yo? ¡Eres peor! —exclamó Mailen, ahora mirándolo con desprecio—. ¡Dale anticonceptivos y disfruta todo lo que quieras si lo logras, que lo dudo! ¡Ari