El señor Ariel Rhys la examinaba sin disimulo, como si intentara leer su verdadera naturaleza. Aunque compartía el mismo color de iris que su hijo, su expresión era diferente, más profunda y enigmática. Camelia, contrario a su naturaleza tímida, no apartó el rostro. Había algo en la intensidad de aquel escrutinio que la hacía sentir una extraña mezcla de desconfianza y seguridad, como si aquella mirada no fuera una amenaza para ella.
—Con esto te aviso que después de mí, te hablarán sus dos hermanos mayores Marlon e Ismael. Tennos un poco de paciencia, por favor. Nos gusta sacar nuestras propias conclusiones sin ayuda —anunció y sin más preguntó con una afable sonrisa—. ¿Así que lograste que ese muchacho se comprometiera contigo?
—Bueno, señor, no sé qué decirle, yo... —titubeó Camelia.
La mirada sincera y limpia del señor Rhys la hacía sentirse cohibida. No quería mentirle, pero tampoco podía revelar los verdaderos motivos que la habían llevado a esta relación con su jefe, una relac