Al salir de la ducha el me afirmo ya que mis piernas estaban débiles. Ni hablar de mis sensaciones. Román se acercó a mi oído y mordió el lóbulo de mi oreja.
— ¿Puedes caminar? —Lo dijo como burla. Le di una mirada reprobatoria, ni cuando perdí mi virginidad quedé tan sensible como ahora.
Asegurándose de que ya estaba estable levanto ambas manos en son de paz, dándose cuenta de mi mirada asesina.
—Está bien, no te molestare más. Saco un analgésico de la mesita de noche entregándomelo. —Se pone bajo la lengua, no es necesario tragarla con agua- me dijo.
A los pocos minutos me sentí mejor y la hinchazón entre mis piernas disminuyo.
Cuando salimos de la habitación, Eva nos estaba esperando para el desayuno.
Nos miró con una sonrisa pícara.
—Parece que la pasaron bien anoche.
Román se rio y dijo – Anoche y esta mañana también.
Me atragante con el café que estaba bebiendo. Nuevamente lo fulmine con la mirada, mientras mis mejillas y orejas se ponían rojas y calientes.
—Mira nada más que te