Valeria no buscaba pensar en Adrián.
Simplemente… ocurría.
A veces mientras hablaba con Diego de cosas simples —el médico, el trabajo, planes a corto plazo— su mente se iba a otro lugar. No a recuerdos concretos, sino a sensaciones. A la forma en que alguna vez se sintió vista sin tener que explicarse.
Eso la inquietaba.
—¿Estás conmigo? —preguntó Diego una noche, sin reproche, solo con cansancio honesto.
Valeria parpadeó y asintió.
—Sí… perdón. Estoy un poco distraída.
No era mentira. Pero tampoco era toda la verdad.
Esa noche, sola en la habitación, apoyó una mano sobre su vientre. El bebé se movió suavemente, como recordándole que ahora su vida tenía un centro distinto.
—Tengo que estar aquí —se dijo—. En el presente.
Y aun así, el pasado seguía respirándole en la nuca.
No como una tentación.
Como una pregunta sin responder.
---
A miles de kilómetros, Adrián también estaba despierto.
Elena dormía a su lado, tranquila, confiada. Era buena con él. Dema