CAPÍTULO QUINCE: UNA VERDAD OCULTA.
Alice Collins.
Ya era miércoles, y los días desde mi “nombramiento” como futura esposa habían transcurrido en una mezcla de rutina y ansiedad.
No me quedé en la mansión, como mi padre sugirió. Después de mi nombramiento y de conocer mi oficina, me llevé conmigo los documentos que podía revisar bajo el techo de mi casa. De esta forma, podía trabajar tranquilamente y estar cerca de mis hijos el mayor tiempo posible antes de meterme de lleno en la empresa.
Mi padre había dejado la mansión el lunes, seguro de su plan. Yo, por mi parte, me había atrincherado el fin de semana en casa, trabajando desde el salón para pasar cada minuto libre con mis hijos. Para mi padre, el matrimonio era un negocio; ahora para mí, una herramienta para proteger el futuro que tanto me había costado.
—¡Y sí que me ha costado! —susurré, pensando en lo que significó estudiar y asumir un cargo en otra ciudad, mientras cargaba con la responsabilidad de traer al mundo a dos cri