Los parpados de Astrea fueron moviéndose lentamente, sentía que una neblina cubría su mente. Lo único de lo que era consciente era de la discusión que había tenido con aquellas mujeres que tenían retenida contra su voluntad a Katty y a la que parecía ser su abuela.
Su corazón comenzó a palpitar fuertemente en el segundo en que abrió los ojos. Recordó la entrada de Kael y Otto a aquel cuchitril y a Soraya clavándole un puñal por la espalda.
«Típico de las ratas», se dijo.
Era obvio que no estaba en su habitación, de hecho no estaba ni siquiera en la casa de la manada. A lo lejos se escuchó la voz de una mujer cantando una melodía que le parecía muy familiar. Pero que al mismo tiempo tenía la sensación de que a nadie se la había escuchado.
“La Luna está feliz porque el aullido rompe el silencio, separa al hombre para coronar a la bestia. La Luna encenderá la fiera que está escondida en tus venas. La Luna esta vez no es la diosa, es la llave de tu jaula de hueso. Tendrás tu cosecha, pue