Astrea sentido que volvía a ser la misma chica de diecisiete años, puesto que se sentía completamente rejuvenecida. Las chicas del SPA la trataron como una princesa, le arreglaron las manos y los pies. Depilaron su cuerpo entero, incluyendo su sexo. Aunque casi se muere de la vergüenza cuando una de ellas le pidió que abriera las piernas, y a su memoria llegaron recuerdos de su adolescencia.
—Cuando cumplamos dichoso nos depilaremos toda como una actriz porno —Clarissa había decidido.
—¡Estás loca! —Astrea exclamó sonrojándose.
—No —su amiga negó con la cabeza—, solo quiero que nuestros compañeros nos encuentren hermosas y apetecibles…
—¿En dónde está ella?
Aquella pregunta de la persona recién llegada la sacó de sus pensamientos, porque la entró como si fuera la dueña del lugar.
—Acabamos de terminar la depilación —respondió una de las trabajadoras.
—Perfecto, ella tendrá el tratamiento completo, así que la esperan en el área de masajes y facial…
—Disculpen… pero no pueden hablar