Isabella.
Mientras el doctor palpaba mi espalda y revisaba mis moretones, David se acercó a mi nana.
—Por favor, prepárale una sopa caliente —le ordenó en voz baja—. Quiero que coma algo antes de tomar las pastillas.
—Sí, señor, enseguida la tendrá —respondió mi nana antes de salir con paso rápido.
El médico terminó de revisarme y habló con tono tranquilo. —Tienes inflamación en la espalda y varios moretones, pero nada grave. Pondré una inyección para que te relajes y cuando termines de comer, se toma estás pastillas —me explicó mientras me mostraba el frasco—. Si sientes dolor intenso, no dudes en avisar.
—Gracias, doctor —dije con un hilo de voz.
—Cualquier cosa, avísele a su prometido —añadió el médico, mirando a David—. ¿No es verdad que es su futura esposa? —preguntó curioso mientras yo desviaba la mirada, sintiendo la sangre subir a mi rostro.
—Así es —respondió David con voz firme, y por un segundo nuestras miradas se encontraron. Sentí un escalofrío recorrerme.
Cuando el médi