Liam
El beso de Isabella seguía intacto en mis labios, como un recordatorio de que ella no me era indiferente. Estuve a punto de levantarme y marcharme directo donde el señor David para contarle lo que su prometida hizo conmigo. Estuve, sin embargo me detuve en seco, no debería hacer eso.
Me puse de pie, desesperado, y quise jalarme el cabello. ¿Por qué demonios me siento atraído por esa mujercita? ¿Por qué siento cosas extrañas por una mujer prohibida? Es la hija de mi jefe, del hombre al que le debo lealtad absoluta en cualquier trabajo de protección. ¿Por qué, entonces, siento que le estoy fallando solo por un beso? ¿Solo por verla desnuda?
Hay muchas mujeres, y quizá necesito pasar un rato tranquilo, despejarme… pero no. No es el momento de pensar en ninguna mujer.
Me recosté en la cama e intenté borrar de mi mente el maldito beso de Isabella.
***
Por la mañana despejé mi cuerpo bajo la ducha, el agua cayendo sobre mí como un recordatorio incómodo de la calidez de esa mujer. Me v