Los hermanos se quedaron un poco más en el bar, las palabras de Emiliano solo eran un eco de lo que él Alfa ya pensaba, era por eso que no le había pedido que interrumpieras el embarazo, Elizabeth amaba al bebé, y para que negarlo, a él también le ilusionaba la idea de ser padre.

El Alfa se bebía el último trago de una sola vez, comenzaba a haber algo en su pecho que le oprimía, si no fuera por esa regla que las manadas tenían de no emparejarse con humanos, sin duda se casaría con Elizabeth y criaría al cachorro a su lado, total él nunca podría amar.

El lobo sabía que estaba destinado a no conocer el amor jamás, siempre sentiría ese vacío en su corazón, su alma siempre clamaría por su compañera, pero él nunca sabría quién es por culpa de esa maldita bruja que lo hechizó por venganza. En su jodida existencia solo su cachorro era una luz en su oscuridad.

Antonino entró al bar para darle informes a su Alfa.

— Damiano, el equipaje ya ha sido subido en su totalidad, estamos ya a pun