Los reyes están furiosos.
El Alfa observaba a su reina con sus ojos verdes penetrantes. Vestido de traje y con esa aura peligrosa, parecía muy extraño verlo cargando a un bebé. El parecía de los hombres que nunca se casan.
— ¡Por supuesto que estoy aquí, soy tu Alfa, y tú no regresabas a casa, así que quiero una explicación, mira al cachorro, ha estado llorando porque te extraña, y ni hablemos de Eleine, la cachorra está desconsolada! ¿Qué es lo que pasa contigo?
El Alfa estaba muy molesto.
— No, yo... No estaba haciendo nada, solo vine a beber unos tragos con las chicas, hip... ¿Qué tiene eso de malo?
La reina de los licántropos estaba ebria como una cuna, no estaba acostumbrada a beber alcohol, así que se le había subido pronto a la cabeza.
— Con un demonio, ni siquiera puedes hablar, estás muy borracha, salgamos de aquí, vamos, no me obligues a llevarte.
— Pero... Todavía es temprano, no quiero irme a casa aún, quiero quedarme un poco más.
Elizabeth estaba siendo obstinada, y su terquedad