Los hermanos Gambino esperaron a que Elizabeth se sintiera un poco mejor, más el Alfa no estaba del todo tranquilo, le dió una botella de agua para que se enjuagara la boca y bebiera un poco, ella volvió de detrás del coche algo pálida.

Massimo seguía ahí observando, no quería ser el causante de que la doctora se sintiera mal, sus ojos verdes la seguían de cerca.

La bella platinada se fué acercando despacio al bello e imponente lobo, tenía miedo, sí, pero si de todos modos iba a tener que estar ahí, era mejor tratar de habituarse, ya el controlador lobo y padre de su hijo le había dicho que no la iba a dejar marcharse con su cachorro.

Ella levantó su mano y acarició el pelaje negro azabache del licántropo, la bestia se removió un poco agachando la cabeza para recibir más arrumacos.

— Massimo, tenías razón cuando dijiste que te iba a amar en tu verdadera forma, eres muy hermoso, estoy... estoy emocionada en conocer a alguien tan increíble como tú.

Las palabras de la docto