A Vladimir le gusta la cachorrita.
Después de haberse dado hasta con la cubeta, los reyes por fin fueron aplacados por sus reinas.
La cachorrita pasaba de brazo en brazo, todos la querían cargar, pero el cachorro Dante no entendía que pasaba, él quería que todos lo cargaran a él.
— Damiano, tu hijo quiere que lo cargue, pero no lo sé, últimamente se ha vuelto más peligroso, además que está muy regordeto y pesa muchísimo.
— No seas llorón, Massimo, el cachorro es adorable, además ya te he dicho que él sabe que somos familia, no va a hacerte daño solo porque sí.
— Ah, mira, osea que si hago algo para molestarle si me va a explotar, ¿Eh? Eres demasiado consentidor con este lobezno.
— ¡Tio... suba! — El cachorro llamaba a su tío más juguetón.
— Anda, te está llamando, seguro que tiene ganas de jugar.
El tercer Alfa cargó a su sobrino, el cachorro se acomodó y siguió observando todo. No se tardó mucho en pedirle un globo a su apuesto tío. Entonces el Alfa saltó alto y le alcanzó uno.
— Aquí tienes, ju