C5-¿ESTÁS BIEN?
El discurso avanzaba entre cifras, promesas y aplausos medidos, pero Isabella dejó de escuchar una sola palabra cuando sintió esa presión conocida, intensa, casi física, quemándole la piel entre los omóplatos.
No necesitó buscarla. Su cuerpo la reconoció antes que su mente.
Giró el rostro.
Y los ojos de Aslan estaban clavados en ella, oscuros, cargados de una tormenta que parecía a punto de desbordarse. En ese instante el mundo se estrechó hasta desaparecer, ya no existía el salón, ni la gala, ni las personas a su alrededor. Solo esa conexión brutal, salvaje, imposible de ignorar entre ellos, que hacía que el pulso de ambos se acelerara al mismo tiempo. Porque aunque no quisieran sus lobos, el de ella y el de él, se reconocieron con una sacudida que recorrió cada fibra de sus cuerpos.
Por un segundo, el control de ambos amenazó con romperse.
Isabella sintió el impacto directo en el pecho, el recuerdo del manantial, de su cercanía en la biblioteca, todo la golpeó sin p