C141-EL UMBRAL (II)
Rowan fue el primero en bajar de la camioneta y su mirada recorrió los alrededores: edificios abandonados, vidrios rotos, grafitis viejos, el silencio absoluto de un lugar donde los humanos ya no se atrevían a entrar.
Los guerreros descendieron detrás de él, en completo silencio, acostumbrados a moverse como una unidad. Iban armados con dagas, armas, ballestas de precisión y cuchillos de obsidiana, los preferidos para enfrentarse a criaturas que no sangraban como hombres.
Rowan llevaba la suya atada al muslo y una pistola cargada con munición de sal bendecida, aunque sabía que la transformación —el último recurso— solo se permitiría si la situación se volvía incontrolable.
Cambiar de forma en el mundo humano era peligroso; la energía del velo podía atraer cosas que ninguno de ellos quería volver a ver.
Axel se colocó a su lado.
Llevaba una chaqueta oscura y el rostro pálido, sus ojos inquietos recorrían las sombras como si estas respiraran y cada paso que daba haci