Los días parecían arrastrarse como una corriente lenta y silenciosa.
Ángel continuaba con su rutina, pero algo había cambiado dentro de él después de aquel encuentro con Mariana.
La conversación con su antigua amiga lo había dejado pensando, pero no en ella.
Su mente no lograba alejarse de la imagen de Coromoto de la sensación de vacío que se había hecho más fuerte después de cada palabra que Mariana le dedicó. Aunque no lo dijera en voz alta, la nostalgia por lo perdido seguía calando hondo en su ser.
De vuelta en el hospital, Ángel intentaba concentrarse en su trabajo, pero cada pasillo, cada paciente, cada mirada, parecía despojarlo de su enfoque.
Los días estaban llenos de rostros ajenos, pero ninguno de esos rostros le hablaba de lo que realmente deseaba, de lo que aún guardaba en su corazón.
Los recuerdos de Coromoto se mezclaban con la urgencia de la vida diaria, y cada vez que creía tener su mente bajo control, la imagen de su rostro aparecía como un fantasma que se negab