CAPÍTULO 2

Finalmente, la policía decidió llevarse a Max. Pese a los ruegos del individuo, Johana intentó convencer a los oficiales de que lo dejaran en libertad, pero sus súplicas no fueron escuchadas.

Max no dejaba de repetir que era inocente, mientras lo subían al patrullero. Johana, angustiada, corrió hasta la patrulla, haciendo un último intento por detener la situación, pero los oficiales continuaron con su deber. El auto arrancó y se lo llevaron.

Nick, que había sido testigo de todo, se acercó a la mujer para ofrecerle unas palabras de consuelo. Odiaba verla llorar. No entendía cómo alguien como ella podía verse tan afectada.

—¿Está usted bien? —le preguntó con amabilidad.

—Sí… —respondió entre sollozos.

—¿Segura? La veo muy angustiada.

Nick la miraba con cierta ternura, recordándole en su dulzura a su propia madre.

—Lo que pasa es que… —intentó decir Johana, pero le costaba expresarlo.

—¿Ese hombre la ha tratado mal?

—No físicamente… pero a veces me pregunto si sería más fácil si fuera así. Al menos no sentiría esta confusión… Me duele verlo comportarse de esa forma. Juró que cambiaría, y aquí estamos otra vez. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

Nick dudó antes de responder. Comprendía su dolor, pero no sabía cómo consolarla sin decir algo que pudiera sonar vacío.

—Entiendo lo difícil que es… Pero no está sola.

—¿De verdad crees entenderlo?

—Tal vez no del todo, pero sé que no merece sentirse así por alguien que no sabe valorar su promesa.

La conversación terminó en silencio. Nick intentó distraerla, y con algo de timidez, la invitó al bar del hotel para tomar algo y conversar. Johana lo miró con una mezcla de sorpresa y gratitud.

—Eres un buen chico… pero no estoy en condiciones de compartir una copa ahora. Gracias igual —dijo con una suave sonrisa.

Luego, se marchó en dirección contraria al hotel, dejando a Nick con un nudo en el pecho y la sensación de haber perdido una oportunidad de conectar con alguien.

******

Por fin, el señor Garden estaba libre cuando la recepcionista le informó que un joven lo estaba buscando. Preguntó de quién se trataba, y al escuchar el nombre "Nick", fue a buscarlo afuera del hotel. Allí lo encontró, esperando pacientemente.

Garden se acercó con una sonrisa cordial, y desde el primer momento, entre ambos surgió una química amistosa.

—Me alegra verte por aquí —dijo Garden.

—Gracias, señor Garden —respondió Nick con una sonrisa tímida.

—Debo admitir que me recuerdas a mí a tu edad. También me independicé joven.

—¿En serio?

—Por supuesto. No es fácil, pero te aseguro que es una etapa de mucho crecimiento. Si lo haces con determinación, todo es más llevadero.

—Ya lo creo.

Garden lo invitó a tomar una taza de café en su despacho, mientras conversaban. Nick aceptó. Era una buena oportunidad para empezar con el pie derecho.

Dentro del hotel, Nick observó con asombro la vida que se respiraba entre los pasillos: familias compartiendo, personas charlando, niños riendo. Por un momento, sintió que quizás no encajaría en ese lugar. Pero la voz tranquila de Garden lo trajo de vuelta a la conversación.

—Espero que te sientas cómodo aquí. No me gustaría que te sintieras fuera de lugar. Hay gente muy buena en este hotel. Seguro que harás amigos pronto.

—Eso espero —respondió Nick.

—Y créeme —añadió Garden con una sonrisa—. Este lugar tiene algo especial. A veces las personas llegan buscando algo y terminan encontrando más de lo que esperaban.

Nick sonrió. Por primera vez desde su llegada, sintió que tal vez ese lugar sí podría convertirse en su hogar.

******

En el despacho, Garden lo invitó a sentarse. Apenas lo hizo, le ofreció algo para tomar. Nick aceptó con gusto, y un mozo apareció con dos tazas de café.

Mientras esperaban, Nick echó un vistazo a su alrededor. Había muchos objetos antiguos y elegantes, pero uno captó su atención: un cuadro de una mujer imponente, de cabello rojizo y mirada penetrante.

—Es muy llamativo ese cuadro —comentó Nick.

—¿Te gusta? —preguntó Garden con una sonrisa—. Es mi esposa. Fue una cantante de ópera muy reconocida.

Nick se quedó sin palabras.

—¡Vaya! No lo habría imaginado. La admiro mucho, de verdad.

Garden pareció complacido. El joven se mostró genuinamente interesado, y eso lo relajó. Comenzaron a hablar de Rachel, su carrera, y lo difícil que había sido para Garden compaginar el éxito de su esposa con sus propios desafíos personales. El ambiente fue cordial, casi cálido, hasta que por un momento el silencio los envolvió.

Garden observó a Nick por unos segundos más de lo habitual. Algo en su mirada cambió. Dio un paso hacia él, pero Nick, percibiendo la tensión, se apartó ligeramente.

—Señor Garden… ¿Ocurre algo?

Garden pareció darse cuenta de lo inapropiado que era el momento, y desvió la mirada.

—No, disculpa. Me dejé llevar por el recuerdo de mi hijo… Tú te le pareces mucho.

Nick bajó la mirada, incómodo.

—Si no le importa, ¿me podría dar las llaves? Me gustaría acomodarme un poco.

Garden dudó, pero finalmente asintió. Sacó las llaves del cajón y se las entregó.

—Claro. Bienvenido a tu nuevo hogar.

Nick tomó las llaves, agradeció y se retiró del despacho con una extraña mezcla de alivio e incertidumbre.

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