Capítulo 4.
Sentía un poco de incomodidad entre las piernas.
Abrí los ojos y me encontré recostada sobre el pecho del oso. Dormía plácidamente, pero con cada una de sus respiraciones podía sentir cómo entraba un centímetro y luego salía de mi feminidad un poco.
Me sonrojé. Ni siquiera dormido quería dejar de follarme.
Intenté inclinarme hacia adelante y sacarlo del todo pero unas fuertes manos me sostuvieron en el sitio.
El oso abrió los ojos.
-No.
Yo parpadeé.
-¿No qué?
-No te muevas. Aun quedan rastros de tu celo.
-¿De verdad? - Pregunté extrañada.
Ya no sentía dolor, calor o ganas de que me montara salvajemente... bueno, tal vez esto último sí pero creo que se debía principalmente a que me gustó mucho lo que hicimos por horas.
-Si, aún lo puedo oler. - Dijo levantando su pecho para que ambos estuviéramos sentados. Gemí al sentirlo completamente dentro de nuevo.
Sostuvo mi cabeza y me atrajo a un beso mientras comenzaba a mover las caderas.
Estaba equivocada. El fuego aún se enco