46.

Marcus, el ayudante de Alejandro, era un hombre de complexión fuerte, pero el golpe de su jefe, cargado de frustración y furia reprimida, lo lanzó directamente contra el suelo de madera, derribando una silla en el proceso.

— ¡Me has fallado! — rugió Alejandro. Su voz, normalmente modulada y controlada, era ahora pura rabia. Se inclinó sobre Marcus, que intentaba incorporarse, aturdido por la fuerza del impacto.

— Señor... Lo siento, no entiendo — dijo Marcus, tocándose la nariz que ya empezaba a sangrar.

— ¡No entiendes! — Alejandro lo agarró por el cuello de la camisa y lo levantó hasta la altura de sus ojos—. ¡Te pedí una cosa! ¡Que aseguraras la vigilancia de Ámber! ¿Qué demonios pasó en ese penthouse?

— Señor, el protocolo de vigilancia estaba activo. Revisamos la lista de contratistas de la gala, los movimientos de Lucas... Pero la entrada fue demasiado rápida, demasiado limpia. Tenían información privilegiada sobre la seguridad del edificio.

— ¡Eso no es una excusa! ¡Ulises se l
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