CAPÍTULO 9: SUITE COMPARTIDA
Elena
Me siento como una provinciana con zapatos prestados. El coche negro de la empresa se desliza frente al Hotel Hastings y cuando el chofer me abre la puerta, pienso que debería haber ensayado una cara más sofisticada. Una que no gritara “soy pobre y estoy impresionada”.
Pero ¿cómo demonios no estarlo? El lobby parece sacado de una película, con lámparas de cristal que seguro cuestan más que toda mi panadería, alfombras que parecen nubes mullidas y un olor a perfume caro que me hace sentir culpable de no haberme bañado en Chanel número 5 antes de venir.
—Señorita Baker, por aquí, por favor —me sonríe la recepcionista con esa voz melosa que parece entrenada en Harvard.
Trato de caminar con dignidad, aunque mis rodillas tiemblan más que flan recién salido del horno. Tomamos el ascensor hasta el piso 25. Cuando la puerta se abre, un botones impecable me acompaña hasta la suite y me abre la puerta como si estuviera dándome acceso al paraíso.
Y es que… lo e