CAPÍTULO 53: LAS HORAS PRESTADAS
Jacob
Amanezco con el sabor de su piel en mi boca y mi camisa en el suelo. Me había jurado salir antes de que clareara, pero las ganas de estar con ella superaron mi fuerza de voluntad. No debí quedarme, pero me quedé.
Salgo en puntas, pero le dejo una nota mínima en la mesa: A las siete vuelvo. Y cierro suave. El aire de la mañana es un golpe frío que me despeja el delito.
No puedo disimular la sonrisa en mi cara, y no pienso en nada más hasta que abro la puerta de la mansión y encuentro a Juliette sentada en el sofá con una taza de café en las manos.
Con todo lo que pasó ayer, olvidé por completo la última conversación que tuve con ella y que la dejé prácticamente plantada en la oficina.
—¿Dónde pasaste la noche? —cuestiona.
Dejo las llaves y me quito el reloj. No muerdo el anzuelo de inmediato.
—En la oficina.
—¿Crees que soy estúpida? —Su gesto no se mueve—. Llamé a tu secretaria y anoche no fuiste.
Me sostiene la mirada. Siento cómo me sube a la b