La casa, por fin en silencio, respiraba con la paz de los trillizos dormidos. El suave murmullo del monitor de bebés era el único sonido que acompañaba el latido del corazón de Isabella, que aún resonaba en sus oídos. Estaba sentada al borde de la cama, envuelta en su bata de seda, sintiendo la calma posterior a la tormenta de la rutina nocturna. Había seguido los sonidos amortiguados de las risas en la bañera, las nanas cantadas a dúo y, finalmente, el silencio bendito. Todo desde la tranquilidad de su cuarto.
La puerta del dormitorio se abrió con un suave chasquido. Owen y Jacob entraron con la cautela de quien no quiere romper un hechizo. Ambos se detuvieron al verla, iluminada por la tenue luz de la mesilla de noche. Llevaban en el rostro la huella del cansancio, pero sus ojos brillaban con una ternura y una anticipación que le cortó la respiración.
—Parece que la "Operación Hora de Dormir" fue un éxito total —susurró Isabella, su voz un hilo de emoción.
—Todos los activos están f