El sol comenzaba a descender tras las colinas, tiñendo el cielo de naranja y púrpura. Desde la ventana del salón, Isabella contemplaba el paisaje que había sido testigo de su sanación. Las maletas estaban hechas, alineadas junto a la puerta como soldados esperando una orden. La logística estaba milimétricamente coordinada con Asper y Mary. Mañana por la tarde aterrizarían en Ciudad B, y al día siguiente, Jacob enfrentaría el juicio. La presión de lo que les esperaba era una losa sobre sus hombros.
Pero no quería que su última noche en este santuario pasara ensombrecida por la ansiedad. No podía permitir que el miedo al futuro empañara la paz que habían encontrado aquí.
Un suspiro profundo escapó de sus labios. Tomó una decisión.
Se giró y caminó hacia el centro de la sala, donde Owen y Jacob estaban tumbados en la gran manta de juegos, haciendo que los trillizos se rieran a carcajadas. Owen hacía "zoom" con un avión de juguete hacia la barriga de Mateo Benjamín, mientras Jacob hacía c