Los quejidos lastimeros de Elías León se apagaron, reemplazados por el suave sonido de su respiración al succionar el biberón que Isabella le ofrecía en la penumbra de la habitación. Lucía y Mateo dormían profundamente en sus cunas, ajenos a la tensión que palpitaba en la casa.
En el salón, Owen y Jacob se miraron. La provocación de Isabella había dejado una estela de deseo tangible en el aire, tan espeso que podía cortarse con un cuchillo. Ambos estaban al límite de su resistencia.
— Esto es tortura pura. Ella lo sabe.—Susurrando, con los ojos fijos en el monitor del bebé donde se veía a Isabella meciendo a Elías
— Sí. Y le encanta. Marcaba el ritmo, dijo. Bueno, estamos siguiendo sus reglas. Pero no dijo nada sobre no... jugar dentro de ellas.—Pasándose una mano por el rostro, con una tensión palpable en la mandíbula
Una sonrisa lenta, llena de complicidad y deseo reprimido, se dibujó en el rostro de Owen. Su mirada se desvió hacia el comunicador de bebé que descansaba en la mesa de