El baño de mujeres era un santuario de mármol dorado y perfumes caros. Isabella se ajustó un rizo rebelde frente al espejo cuando la puerta se abrió de golpe. Vivian entró como un huracán de seda verde esmeralda, seguida por tres cómplices con sonrisas de hiena.
—¡Qué encantador ver que incluso el servicio encuentra su camino a estos eventos! —Vivian soltó, fingiendo sorpresa mientras sus amigas reían como coro entrenado.
Isabella no se inmutó. Tomó el pintalabios dorado de Vivian sin pedir permiso y trazó el arco de sus labios con precisión de cirujana.
—Vivian, cariño, ese tono verde te hace lucir... pálida ¿Problemas digestivos? O quizá solo envidia —Devolvió el pintalabios con un clic seco— Lávate los dientes, que el rencor amarga el aliento.
Una de las cómplices tosió, para tratar de disimular la rodilla que se le escapó ante el ingenioso comentario de Isabella. Vivian enrojeció.
—¿Crees que durarás? Jacob se aburre rápido. — Vivian la miro con furia — Y Owen... bueno, no