El perfume de las orquídeas rotas se mezclaba con el salitre de lágrimas no derramadas. Asper Emer se desplomó en un banco de hierro forjado, las joyas de diamantes clavándose en sus palmas como un castigo. Las palabras de Isabella resonaban como campanadas fúnebres: —¿Qué clase de madre se mantiene al margen mientras hieren a su hijo?
De pronto, el invernadero se desdibujó., los recuerdos volvieron como si fuese ayer que ocurrió.
Hace ya más de quince años
Lluvia azotando los ventanales. El teléfono sonó a las 2:47 a.m.
—¿Señora Emer? Es el hospital St. Mary... Mateo Valante Intentó... quitándose la vida.
El mundo se detuvo. En la suite de la casona, su marido roncaba, indiferente sin ningún remordimiento de lo que les había hecho a los chicos. ¿Su hijo? No ahora no era el momento de pensar en Jacob, el error sería involucrarlo solo era un adolescente jugando a ser adulto. Asper marco un número, la voz de un hombre ronca acabado de despertar contesto.
— Señora, ¿Paso algo?
Bruno