Capítulo 23
El pasillo estaba desierto, silencioso, casi cómplice del momento. Roma había salido del ascensor con la sangre hirviéndole por la rabia, la frustración y esa mezcla peligrosa de deseo que siempre le provocaba Magnus. Ella estaba a un paso de entrar en su oficina, cuando de pronto sintió unos dedos fuertes enredarse en su cabello y tirarla hacia atrás sin darle tiempo a reaccionar.
— ¿Qué demonios…? — alcanzó a decir, pero la frase murió cuando su cuerpo chocó con el de él.
Magnus no le dio tiempo a nada. Él la apretó contra su pecho y, sin aviso alguno, tomó su boca con un beso brutal, devorador, que no aceptaba resistencia alguna. Roma forcejeó apenas un instante cuando la mano que aún tenía libre sostuvo su mandíbula, pero su voluntad se quebró con la misma violencia con la que él la besaba.
Su espalda chocó contra la puerta de la oficina. Magnus la empujó, entraron casi a trompicones y el clic de la cerradura los aisló del mundo exterior. El aire se volvió espeso, car