Convivencia en familia.
Capítulo 40
La luz dorada de la tarde bañaba la entrada principal de la mansión William, cuando Roma y Magnus cruzaron los portones en la camioneta. El sonido de risas infantiles llegaba desde el jardín lateral, cálido y despreocupado, como si la casa misma respirara alivio tras tantos años de silencios y verdades a medias.
María y Daniela estaban sentadas bajo el gran árbol de glicinas, acompañadas de Samuel y Marcos. Los cuatro jugaban con Dalhia y Mateo, que corrían alrededor como dos pequeñas ráfagas de energía. La escena parecía sacada de un recuerdo que nunca pudieron vivir, pero que por fin existía.
En cuanto los niños vieron a sus padres, se detuvieron como resortes dejando de correr como locos.
— ¡Mamá! ¡Papá! — gritaron al unísono mientras volvían y corrían hacia ellos.
Dalhia se aferró al cuello de Roma, mientras Mateo se colgaba del torso de Magnus con una confianza que todavía lo conmovía.
— Mi vida ¿Cómo estuvo su día, mis amores? — preguntó Roma, acariciando el largo c