[NARRADOR OMNISCIENTE]
Era sorprendente, extraño... excitante. Eso solo podía ser posible a causa del alcohol. Que ella no hubiera balbuceado incoherencias todavía era sorprendente.
—¿Pero tú no has terminado?— Daniel la sacó de sus propios pensamientos.
Carraspeó, llenándose de valor para mirar de nuevo aquellos ojos azules que tanto le gustaban, aunque no era necesario, ya que el alcohol comenzaba a ocasionar estragos en todo su sistema.
—No... me faltan dos años y... luego seré libre— sonrió.
Ambos se sentían bien. La tormenta era fuerte, temible e imponente, pero ellos se sentían en calma.
—¿Hace cuántos años adquirieron este lugar?— Daniel señaló la casa con curiosidad.
—¿Adquirir?— Nostalgia y orgullo adornaron su sonrisa—. No, este lugar era de mi abuela. Ella se lo dejó a mamá y...
—Ahora es tuya.
—Nuestra, de mi hermano y mía. Es mi lugar favorito en el mundo, es lo único que me queda de ella... eso y esto—.
Levantó su muñeca, mostrándole una esclavita bañada en oro con un pe