[DANA]
—Por todos los niños del mundo, por todos aquellos que sufren y por todos aquellos que no pueden hacer sonar su voz esta noche… Los niños de la fundación FUDESAVE alzarán sus voces y nos darán un hermoso mensaje.
El telón se abre y, sin mirar al público —puesto que sé que me pondré nerviosa de nuevo—, me aparto para que mis niños tengan el escenario para ellos.
Las luces se apagan y la pista comienza a sonar. Me siento orgullosa, y eso que aún no han comenzado a cantar. Una extraña sensación, como si estuviera siendo vigilada, me hace estremecer. Sin embargo, cuando estoy por buscar de dónde proviene aquella mirada, los niños comienzan a cantar, llenándome de una enorme felicidad.
Son hermosos y muy fuertes.
La presentación es todo un éxito; muchas personas se han enternecido con las dulces voces de mis chicos y, al igual que yo, lloran de emoción.
Todo parece ir perfecto.
Seco el resto de lágrimas en mis ojos y aplaudo con fuerza. Los felicito, les doy un abrazo a todos y, des