13. La Luna
13- Adara
Creo que las cosas marchaban bien entre mis mates y yo y lo sentí cuando los besé a ambos sin reticencias de su parte y eso me hacía muy feliz.
—No sabía que las lobas también podían ser zorras —escuché una voz de entre los árboles y me detuve de golpe.
Mis ojos azules se activaron y el pelo de mi loba se levantó.
«A mí tampoco me gusta esto» me dijo Aroa.
Mis posibilidades eran pocas ahora que escuchaba varios latidos y sentía mi vida peligrar.
—¿Quién está allí? —pregunté.
Activé mi visión para tener un enfoque más claro de todo el bosque, convencí a los chicos que estaría bien, ahora puedo creer que los necesite.
«Somos fuertes, no los necesitas» me dijo Aroa en contestación a mis pensamientos turbios.
«Mejor vámonos a casa, tarde mucho en salir de la casa grande» le propuse a Aroa.
Mi madre no me tenía permitido cambiar delante de otro lobos desde hace unos años. Cuando llegó Aroa tenía dieciocho años y ella fue mi regalo, mi madre siempre decía que era mejor hacerlo en