AIDAN—¿Aquí vives?—Justo aquí.—Creí que tendrías otro espacio más…extravagante.—¿Por qué? Ser el hijo del director no me da beneficios, al contrario, me los quita.No sé cómo fue que llegamos aquí, pero ella no se despegó de mi‚ hasta aceptar traerla aquí. Era muy molestosa, insistente y todo un fastidio.Le mostré mi habitación, para suerte mía papá no estaba o no dejaría que Viviana se quedara.¿Por qué me importaba lo que pensara él?La costumbre.Comenzó a desnudarse y con su cuerpo en pelotas se paseó por mi habitación.Se acomodó en mi cama, como si fuera a dormir allí.—Estoy cansada. ¿Vienes a la cama? Es una lástima que la fiesta no pudiéramos disfrutarla.—Viviana, vamos muy rápido.—esto me haría quedar como un bobo, lo sé, pero ya ella tenía esa imagen de mí de todos modos.—¿Y si te vas a dormir a tu habitación?—Desde que terminemos aquí, te juro que me iré. Primero—separó sus piernas, invitándome hacia ellas.—ven aquí.No podía, si tenía sexo con Viviana, ella podría
LOISEstaba siendo un día normal, aunque un poco gris sin saber nada de Emmanuel.Cuando Emmanuel entró al aula, todos nos quedamos en silencio cuando él se acercó al profesor, aunque todos los ojos miraban en mi dirección, cosa a la que ya me iba acostumbrando. Se escucharon los murmullos y luego volvió el silencio cuando el profesor se levantó de su silla.Yo bajé la mirada, no nos hablábamos desde la otra noche cuando tuvimos aquella discusión y ahora Emmanuel entraba a mi clase recién empezado el día.—Lois, tienes permiso. Puedes marcharte.—dijo el profesor.Emmanuel se acercó a la mesa sin decirme nada y recogió todas mis cosas, tomó mi mano y yo me puse de pie, saliendo del aula junto con él.—¿Permiso para qué?—le pregunté estando fuera.—¿A dónde vamos?—Nos vamos, Lois. Pasemos por tu casa y así tomas algunas cosas que necesites.—Espera…¿a qué te refieres? Quiero saber a dónde vamos.—todo era muy extraño.Dexter se nos acercó al ver que yo salía del aula.—Iremos de viaje, D
LOISÍbamos en el tren.Pasaban tantas cosas por mi cabeza, que intentaba organizarlas por orden de importancia. Al parecer no sería un viaje largo, porque no tomamos billetes que incluyeran habitaciones y esos lujos, sino que estábamos en lo último del tren, aquel vagón olvidado donde solo se atrevían a entrar los que no tenían otra salida.Emmanuel llevaba una capucha puesta, casi cubriendo todo su rostro, sujetaba mi mano en cada paso que dábamos, buscando nuestros asientos, porque entramos en el último segundo, cuando el tren ya iba a salir.Vimos los números de aquellos dos que estaban vacíos en medio de otros ocupados, él entró primero, tomando mi mochila, y sin soltar mi mano. Nuestras piernas chocaban al caminar para llegar a los asientos porque todo era muy estrecho y los que estaban sentados no tenían ni la más mínima delicadeza de recoger sus piernas. Él dejó la mochila debajo de su asiento y se colocó a mi lado, echó su capucha hacia atrás, mostrando su rostro, dejó ese be
AIDANAquella noche cené con mi padre. No decía nada de Lois y Emmanuel, pero era el segundo día que no estaban.Tendría que preguntar. ¿No se daba cuenta que se habían escapado?—¿Sabes algo de Lois? Ayer salió de clases y hoy no asistió—dije.—Llegarán dentro de nada, seguro esta misma noche.—¿Cómo podía afirmar eso cuando no sabía nada de eso? ¿Por qué ignoraba el hecho de que ellos ya no estaban? ¿No le importaba?Me daba cuenta que él no sabía nada de lo que pasaba y yo me preguntaba los motivos verdaderos para que ellos dos escaparan.—Yo…quiero verla.—Seguro mañana llega de nuevo a clases.—¡No lo hará!—golpeé la mesa y me puse de pie, las manos me hormigueaban y la mirada severa de él no tenía efecto alguno en mí. En mi pecho sentía cosas y la fuerte necesidad de ver a Lois solo iba creciendo.—¡Quiero verla! ¿Por qué no lo entiendes?—¿Cómo quieres que lo entienda si no me lo explicas? No sé lo que te pasa con esa chica.—¡Lo sabes! ¡¿Por qué demonios me dijiste que me acerca
Atravesando el umbral del reino vampiro, un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras respiraba el aire fresco y familiar del mundo exterior. Mis ojos se adaptaban a la luz del sol, un contraste marcado con la oscuridad perpetua del reino que acababa de dejar atrás, con tan pocas horas de sol allí.Allí, en el borde del territorio de mi manada, me esperaban mis padres. Mi padre, el Alfa, con su imponente postura que imponía respeto incluso en el silencio, y mi madre, la luna de manada, cuya ternura siempre se ocultaba detrás de una fachada de fortaleza.Al acercarme, mi padre me envolvió en un abrazo fuerte y breve, un gesto de bienvenida y alivio. Luego, fue mi madre quien, con lágrimas en los ojos, me besó la frente antes de quebrarse en un sollozo contenido.—Emmanuel ha escapado con Lois—dijo ella, su voz temblorosa por la emoción—. Esa omega es una mala influencia para él. Tu hermano nunca haría algo así por su cuenta.Sacudí la cabeza, desconcertado.—Imposible, madre. Loi
EZEQUIELLa idea de lo que estaba por hacer, de encontrar a Emmanuel y Lois y enfrentar las consecuencias de sus acciones, me llenaba de un sentimiento agridulce.Conocía bien a mi hermano; sabía que no estaría lejos. Emmanuel siempre había tenido una conexión especial con ciertos lugares del bosque, rincones secretos donde solíamos jugar cuando éramos niños. Era allí donde empezaría mi búsqueda. Aunque conocía el destino, el viaje en sí me llenaba de nerviosismo. ¿Qué sucedería una vez que los encontrara? ¿Cómo reaccionaría Emmanuel al saber que nuestros padres querían reemplazar a Lois? O quizás ya lo sabía, por eso el motivo de su huida, sé que no era lo correcto, pero me preguntaba qué habría hecho yo, quizás lo mismo que él o… solamente rechazarla, tal como lo hice antes.Mi idea central era que Emmanuel estaba en algún lugar que yo conocía, porque tampoco lo creía capaz de aventurarse a lugares nuevos con Lois, tendría que irse a lo seguro, a lo que él creía seguro, pero… no pod
Despertar cada día y pensar que el resto de mis días solo sería una Omega, me llenaba de desanimo, sumándole eso a mi enfermedad, nada pintaba muy bien.Hace una semana cumplí los veinte años.Habían tres cosas malas en mi vida.La primera, ¡seguía siendo virgen!La segunda, ¡encontré a mi pareja a los dieciocho! Pero esta me rechazó al ver que yo solo era una Omega. Y no lo culpo, estaba sirviendo las comidas a los hijos de los Betas cuando él sintió mi olor, luego de ser un invitado especial de la manada, y sí, al verme me rechazó y salió huyendo, lo que reducía bastante mis posibilidades de poder salir de la manada, porque como estudiante tampoco pude conseguir una beca e irme a estudiar fuera.Varios meses delicada de salud me prohibieron esforzarme al máximo con mis estudios.La tercera, quizás más importante. Nací con una condición “especial”, como la llamaban de vez en cuando cada vez que tenía que tratarme, había que hacerme transfusiones de sangre cada tres meses, lo que cost
No podía escuchar nada, más que el retumbar de mi corazón, esos saltos en mi pecho, esos fuertes latidos y esas dos manos sujetándome mientras entrábamos a la fiesta, de pronto comenzaron a bailar alrededor de mí, ellos bailaban conmigo en el medio de los dos y así duraron unos minutos, provocaron sonrojo en mis mejillas y calor en todo mi cuerpo, los dos me brindaron bebidas a la vez y yo rechacé ambas, jamás en mi vida había probado una gota de alcohol, pero un segundo después me tomé toda una copa de no sé qué y luego la otra porque los dos me exigieron tomar, seguían bailando, todo el mundo se alocaba aquí, yo estaba tiesa, tan dura como el tronco de un árbol, que ni mis pies se movían, tan solo mis ojos en busca de a dónde correr.Una mano me sujetó, ni idea de quién era, pero ellos dos me sujetaron también, gruñendo al otro chico, que de inmediato se disculpó y desapareció entre la gente.—Sonríe.—sujetó mi rostro y lo levantó, no sabía ni cómo se llamaban o qué hacía yo aquí, p