Emmanuel
Su rostro estaba enrojecido, una mezcla de sudor y vergüenza que no podía ocultar, y su cojeo sutil al dar el primer paso me hizo sonreír por dentro. Lois había sido una tormenta, una fuerza que ni siquiera Ezequiel y yo habíamos anticipado del todo. Ver a Viviana, esa Alfa presuntuosa que siempre se había creído invencible, retroceder y transformar para salvar su orgullo... era satisfactorio. Mientras se alejaba hacia el bosque, su espalda rígida como una tabla, no pude resistir joderla un poco más.
— ¡Ella te ganó si te forzó a sacar a tu loba! —grité, mi voz cortando el aire como un latigazo, teñida de esa diversión maliciosa que sabía la irritaría.
Viviana se detuvo en seco, girándose con los ojos ardiendo como carbones.
— ¡Púdrete! —me espetó, su dedo medio alzado en un gesto claro de desafío, antes de desaparecer entre los árboles, su paso acelerado a pesar del dolor evidente.
Ezequiel ya estaba con Lois, abrazándola con esa ternura protectora que solo él podía mostrar