LOIS
Indiscutiblemente esto no iba a salir bien, Ezequiel no me había vuelto a dirigir la palabra, aunque no se alejó de mí y eso yo se lo agradecí, porque lograba calmar mi dolor, no podía mencionar las otras cosas que me provocaba, pero pronto esto iba a terminar.
—Hemos llegado.—anunció, era muy evidente pues el tren se había detenido.—Nos recogerán a la salida e iremos con Emmanuel, a ti verá un doctor y yo le entregaré esto que me dieron tus padres. Dijeron que era muy importante que el doctor que te fuera a atender supiera tu condición, ¿de qué condición hablan?
—Es algo privado.—dije, no quería sonar borde y jamás sería esa mi intención, pero no quería mencionar justo ahora mi “condición.”—¿Qué pasará después?
—Es algo que, supongo, te explicará Emmanuel o el director.
—Ezequiel…—él no me había dado la respuesta que yo pedí.—¿Estás bien?—tensó su mandíbula y apretó mi mano, juraría que escuché el rechinar de sus dientes.—Puedes rechazarme.
—O aceptarte con tus condiciones, ¿cre