LOIS
No necesitaba abrir los ojos para saber dónde estaba, incluso si todo esto era tan perfecto que podía parecer un sueño.
Mi cuerpo seguía ardiendo, aunque el aire en la habitación empezaba a enfriarse. Cada parte de mí estaba sensible, palpitante. El vientre me dolía, los muslos me temblaban, y mi sexo... todavía sentía la presión de ellos dentro. Como si no se hubieran ido. Como si aún me llenaran.
Pero, aunque quisiera que este momento fuese eterno, sé que no era posible.
Pero era perfecto.
Mi espalda se alzaba y bajaba al ritmo de otra respiración que no era la mía. La de Aidan, debajo de mí. Su cuerpo frío y liso contrastaba con mi piel sudada, y aun así me abrazaba como si no quisiera soltarme nunca. Sus dedos dibujaban líneas invisibles en mi espalda, tan suaves que me erizaban la piel. Cada tanto, me besaba la frente. Y yo me quedaba inmóvil, tragándome el momento como si pudiera conservarlo en el pecho.
A cada lado, las manos fuertes de mis alfas sujetaban las mías. Emmanu