Ella me miró como si le hubiera clavado un puñal en el pecho. Probablemente así fuera para ella.
Se alejó de mí. Cuando su piel estuvo lejos de mi tacto, sentí como si hubiera perdido algo importante.
Di un paso hacia ella inconscientemente, necesitando saber que ella estaba al alcance de mi mano.
—Tú...
—Escúchame —supliqué.
Se veía tan pequeña, apenas envuelta en mi abrigo. Tan rota, tan amarga. Quería complacerla, quería darle lo que me pedía tanto que me quemaba.
—¡No! —gritó.
—Juliette.
Intenté acercarme un poco, pero ella se alejó un poco más. Cerré el puño, sintiéndome frustrado. No había nada que pudiera hacer. Si ella me quería lejos, lejos estaría. Sería difícil acostumbrarme, pero lo haría. Por ella.
—Por más que quisiera cumplir cada una de tus peticiones, esta no será una de ellas —hablé con firmeza—. No me importa si decides odiarme, aprenderé a lidiar con ello. Pero yo jamás te haré daño, sin importar si eres tú quién me lo pide.
Se sorprendió al escucharme, probablemen