—¿Qué diablos acaba de pasar? ¿Ya terminó la pelea?
Un silencio atónito se extendió por la multitud mientras todos los ojos se fijaron en el luchador élite de Chicago, tirado inmóvil en el suelo: inconsciente o dormido, nadie podía estar seguro.
La incredulidad rebotó entre los espectadores.
Todos habían asumido que el conserje no tenía oportunidad, pero la batalla había terminado con un giro impactante. Aún más extraño, el conserje simplemente había sugerido que su oponente durmiera, y ahora el hombre yacía completamente indefenso.
—¡Imposible! —exclamó Bryson, con los ojos muy abiertos de incredulidad—. ¿Ese don nadie realmente ganó?
—¡De ninguna manera! —escupió Clara amargamente—. ¡Debe haber hecho trampa! ¿Cómo más pudo tumbar al mejor de Chicago sin mover un dedo?
—¿Alguien puede explicar qué acaba de pasar? —gruñó Zane, con la confusión grabada en su rostro.
—¡Nuestros mejores cuatro se desplomaron después de solo un discurso!
—¿Qué tipo de truco había empleado el conserje?
—Es