—¿Qué demonios? —todo el séquito Kane respiró como uno solo, shock ondulando a través del salón.
Vetala se lo había metido en la cabeza durante el viaje: nada de gruñidos, nada de amenazas, ni un solo gesto maldito hacia los Lancaster, porque esos diablos arrogantes tenían el único antídoto de Bella Kane.
Ni un alma entre ellos se atrevía a mostrar aunque fuera una pizca de hostilidad hacia un Lancaster.
Sin embargo, preparados para enfrentar la arrogancia Lancaster de frente, en su lugar encontraron al clan orgulloso ya de rodillas: un giro que ninguna profecía había susurrado.
—Chico, claramente tienes los cables cruzados —murmuró Vetala, sus cejas frunciéndose en confusión cruda.
Se había imaginado cada pesadilla bajo el sol, pero esta escena nunca había marchado por sus cálculos.
—Ignora su circo —raspó Álex, demasiado alterado para elaborar.
—Pon a Bella Kane frente a Sofía, ahora.
Alertada por la convocatoria de Bella, Sofía se había incorporado en su cama de hospital: sus herida