—Todos, alto ahí —ladró Sofía, su voz cortando a través del caos como un látigo.
Ya había escuchado la versión frenética de Florence—y la de todos los demás—sobre cómo Álex había arruinado todo y cómo se suponía que Charles vendría al rescate para salvar el día.
No quería escuchar ni un segundo más de eso, pero cerrar sus oídos era imposible.
Aún así, necesitaba escuchar la versión de Álex de la historia.
—¿Qué está pasando, Álex? ¿Te importaría iluminar al resto de nosotros? —Sofía le dio una sola oportunidad afilada como navaja para defenderse.
—Bella estaba actuando como una mocosa malcriada, así que la puse en su lugar —respondió Álex sin una pizca de remordimiento.
—¿Le pusiste las manos encima? —frunció Sofía, sus ojos entrecerrándose con incredulidad.
—Solo la abofeteé una vez —se encogió de hombros Álex—. Después de eso, los otros invitados se unieron con sus propias bofetadas.
—¿Todos escucharon eso, verdad? ¡Él le puso las manos encima primero, así que empezó todo este lío! ¡