CAPÍTULO — DONDE EL MIEDO APRENDE A LLAMARSE AMOR
Milagros llegó al departamento de Ayden más tarde de lo habitual, con el cansancio colgado del cuerpo como un abrigo invisible que no podía sacarse ni siquiera al cerrar la puerta tras de sí. Había pasado la tarde con Mía y Zoé, intentando convencerse de que estaba bien, de que el mundo seguía igual que siempre, de que una comida compartida, una película y risas podían sostener un alma… pero esa noche no funcionó. Algo le latía raro adentro desde que salió del restaurante y, mientras iba al apartamento de Ayden , ya sabía que no era hambre ni sueño.Ya había ido a su apartamento y no estaba por eso vino hasta el apartamento de él.
Sentía la ausencia.
El departamento estaba a oscuras cuando lo abrió. El silencio no era un silencio común: era de esos que duelen, como si alguien hubiera apagado más que las luces.
Dejó el bolso sobre la mesa sin ganas, recorrió el ambiente con la mirada buscando cualquier señal de él, algún rastro mínimo d