CAPÍTULO — LA PRESIDENCIA
Mía lo miró, sorprendida.
Lucas empalideció.
El murmullo que recorría la sala se congeló en un segundo, como si todos hubieran entendido que algo acababa de romperse sin todavía saber bien qué. El aire se volvió pesado, espeso, irrespirable.
—¿De qué estás hablando? —intervino Mía al fin, levantándose también—. Ayden… ¿qué fue lo que pasó realmente para que vos le pegaras a Lucas en el baño?
Mía hablaba con una mezcla rara de desconcierto y angustia, como quien no quiere creer pero tampoco puede ignorar lo que escucha. Una parte de ella necesitaba escuchar otra versión, necesitaba entender cómo su propio hermano podía encajar en ese relato de violencia que le habían sembrado la noche anterior.
Lucas se giró hacia ella de inmediato, con los ojos encendidos.
—Te pedí que no hablaras, Mía —le espetó con tono agresivo, sin darse cuenta de cuántos oídos lo rodeaban.
La frase cayó como un latigazo, no solo por el contenido, sino por la forma: seca, imperativ