CAPÍTULO — “LA INVITACIÓN QUE ENCENDIÓ LAS ALARMAS”
Ayden Castell sentía, por primera vez en su vida, que cada pieza estaba cayendo en su lugar.
La mañana había comenzado con una reunión exigente al lado de Adrián, en la sala de conferencias del piso veinte. Ambos repasaban los últimos ajustes del convenio con una farmacéutica española, un acuerdo vital para Castell Group. Adrián estaba firme, analítico, con los lentes apoyados en la punta de la nariz y un montón de hojas subrayadas delante de él; pero en un momento de silencio levantó la vista y lo miró como no lo hacía desde que Ayden era un adolescente revoltoso.
—Estás cambiando, hijo —dijo sin dramatismos, como quien solo constata un hecho.
Ayden bajó la mirada y asintió apenas, con los dedos entrelazados sobre la mesa de madera oscura. No necesitaba decir nada.
Había cambiado. Era verdad.
En los últimos meses no había salido de noche, había rechazado invitaciones de amigos, y había ordenado su agenda como si su vida dependi