CAPÍTULO — “EL PRIMER BESO "
La casa de Fabián Castell olía a domingo en familia: pan casero recién horneado, estofado cocinado a fuego lento, vino servido antes del mediodía y ese murmullo de platos, voces y pasos que solo aparece cuando todos presienten que algo grande está por suceder. Isabel iba y venía con su delantal floreado, moviendo cacerolas y acomodando fuentes como si estuviera preparando un banquete presidencial y no un simple almuerzo familiar.
En la mesa del living, Fabián ya estaba sentado en la cabecera, tamborileando los dedos con impaciencia, ansioso, casi temblando de alegría.
—Hoy brindamos por el amor —declaró con tono solemne, como un juez de Suprema Corte—. ¡Y por mi nieto, que al fin dejó de hacerse el nabo!
Isabel suspiró, sin dejar de mezclar una salsa.
—Por favor, comportate, Fabián.
—¿Qué comportate ni comportate? —rezongó él—. ¡Yo hoy los quiero comprometer! ¡No me importa si se conocen desde los seis meses o desde ayer! ¡Esto hay que sellarlo!
Adri