CAPÍTULO — “PRIMER DÍA: Y YA QUIERE RENUNCIAR”
Milagros respiró hondo frente al espejo del ascensor.
El reflejo que la miraba ya no era la chica rota de 15 años que lloraba por un rubio insoportable. No. Esa mujer llevaba otra estampa: traje beige impecable, cabello recogido con una elegancia estudiada, tablet bajo el brazo y, entre los dedos, la carpeta del contrato como si fuera un arma cargada.
—Vamos, Saavedra… —murmuró—. Son seis meses. Solo seis meses. Después volvés a tu vida, a tus casos, a tu paz.
Otra respiración profunda. Otra más. Porque con Ayden Castell nunca era suficiente.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, salió con ese paso firme de mujer que domina cada piso que pisa.
Desde recepción comenzaron las voces:
—¿Vieron? Llegó la nueva asesora.
—Dicen que es brava, eh.
—Dicen que estudió en el extranjero.
—Dicen que viene a ponerlo en caja a Ayden.
Milagros no miró a nadie. Solo sonrió: “Y sí, vengo a eso.”
Pero detuvo el paso cuando escuchó un murmullo muy conc