Capitulo —La Noche del Vino
Milagros había pasado todo el día corrigiendo documentos, atendiendo llamados y respondiendo correos atrasados. Cuando abrió el contrato que tenía que revisar, ya sentía el peso de la jornada en la nuca y los párpados pesados como si la noche estuviera colándosele adentro del cuerpo. No era su costumbre beber mientras trabajaba, pero en un impulso cansado abrió una botella de vino tinto, se sirvió una copa y la dejó al lado de la computadora como un permiso silencioso para aflojar la tensión.
La primera copa fue lenta, amable.
La segunda llegó sin pedirlo.
La tercera la desbordó.
Entre el leve mareo y la calidez que se le instaló en las mejillas, las palabras del contrato empezaron a moverse con una lentitud extraña, casi líquida, como si cada punto y cada cláusula estuvieran fijándose con demasiada insistencia. Intentó seguir, pero el cansancio la venció. Se acomodó de costado en el sillón sin darse cuenta, y la pantalla quedó iluminando su rostro h