Capítulo — Bienvenida, Zoe
Ese día en el sanatorio pasaba con una calma nueva, envueltos en el aroma suave de flores frescas que familiares y amigos habían traído. Lili, cansada pero radiante, pasaba horas mirando a Zoe dormir en su cunita, esa que tenía el cartel con letras rosas que decía “Zoe Medina Acosta”. La pequeña descansaba con la manito cerrada como si quisiera aferrarse al mundo. Guillermo estaba desbordado de dicha: no solo de amor, sino de esa emoción que parecía rejuvenecerlo.
Cuando Adrián y Sofía entraron a la habitación, Guillermo no pudo evitar abrazar a su amigo con fuerza.
—La verdad, Adrián… —dijo, con voz cargada de emoción—. Con el parto de Julia no lo pude disfrutar tanto como este. Con Sandra estábamos nerviosos, éramos jóvenes, ella tuvo cesárea… yo mismo no entendía nada. Pero con Lili fue distinto, la conexión que tuve en ese momento es algo que nunca voy a olvidar. Más allá de sus enojos, claro —añadió, riendo nervioso, dejando asomar una risa que lo